El instinto maternal  es una característica del comportamiento afectivo que forma parte de la psicología del ser humano. De eso no hay duda, reconocemos ese instinto y hasta lo buscamos. Se trata de una cualidad positiva que supera el tiempo y las culturas. La dedicación de una madre humana a sus hijos resulta uno de los valores más apreciados de esa condición que llamamos humanidad.
¡Qué chiquitín! ;)
Pero ¿podemos encontrar ese instinto maternal en los animales más pequeños? ¿por ejemplo entre hamsters y hurones? La respuesta es un casi sí, y un no, también. Vamos a explicarlo.
Los hamsters y las hurones son animales que adoptamos como mascotas porque los consideramos agradables a la vista, porque son animosos juguetones y hasta divertidos y porque, además, son fáciles de criar y de cuidar en el pequeño espacio de nuestras casas.
Su comida es económica, resulta asequible para comprar y está al alcance en cualquier tienda de animales. Por otro lado, se muestran afectuosos en el trato con los humanos. Lo que entendemos los humanos por dejarse tratar en el caso de unos animales tan pequeños.
Es decir, dejarse manipular, permitir nuestro contacto físico, que nos acepten entre su comida y que reconozcan nuestra voz, el olor de cada uno y nuestra figura en el fondo del decorado de casa.
Algunos cuidadores que crían hurones y hamsters motivados buscan seguir avanzando en el conocimiento de ambas especies que un día se apuntaron a comprar, sin ir más lejos, en una tienda de animales de barrio y se lanzan a su crianza, al cruce de unos animales con otros para obtener descendencia. Para seguir disfrutando de sus pequeñas mascotas, de hamsters y de hurones, de una manera nueva, distinta, siempre renovada.
Los cuidadores más novatos o los menos informados, dan por hecho que las cualidades que hacen atractivos a hurones y hamsters y que nos dispensan con tanta alegría se extienden también a sus crías. Sin embargo, como apuntábamos, no siempre es así.
Y es que, el instinto maternal que podemos descubrir en hamsters y hurones se guía por un instinto, sí, pero el de supervivencia.
Las crías, tanto en un caso como en otro, se las alimenta, se las cuida, pero si llega el caso en el que nuestros hamsters o hurones, tanto machos o hembras, no están suficientemente alimentados, no dudarán en usar a sus propias crías como su alimentación. Hablamos de canibalismo .
Es más, los hamsters, las hembras de hamsters, pueden llegar a repudiar a sus crías, a dejarles de dar su comida si en un momento dado nosotros las hemos tocado y nuestro olor o un aroma extraño se ha quedado impregnado sobre su cuerpo. Las mamás hamsters, que se guían sobre todo por su olfato, las rechazarán e invariablemente morirán.
Lo mismo se puede decir de los hurones, exactamente lo mismo. Si una hembra de hurones rechaza o se come a sus crías, lo mejor es que no vuelva a cruzarla y que la esterilice, porque existe una altísima probabilidad de que ese comportamiento se vuelva a repetir.
En el caso de los hurones, si la mamá hurón decide no amamantar a sus crías, la solución de compromiso es encontrar una hembra que la sustituya, en ese caso, déjese aconsejar por otros cuidadores expertos o no dude en comprar una mascota hembra que pueda hacerlo en un tienda de animales.
Otro argumento. Una de las normas más elementales de la crianza de hamsters y hurones es garantizar la seguridad de las crías podríamos decir desde la barrera. Atentos a la evolución de las camadas, pero sin dejar nuestra huella en el lugar en el que hamsters y hurones están sacando adelante a sus crías.
Para poder explicar este comportamiento caníbal, hay que entender el cuidado de las crías en clave de animales salvajes. Hamsters y hurones obedecen como comentamos a un instinto de supervivencia y alimentarse resulta más básico para la supervivencia de los individuos.